Hace unas semanas tuve la oportunidad de leer un artículo en un dominical de una mujer que, escribía su visión de como la crisis afecta a las familias, especialmente a los niños. Desde los ojos de los niños trataba de explicar como estos han tenido que aprender que el ambiente en casa, ya no depende únicamente de si los papas han discutido o no, sino que depende de si papa y mama tienen trabajo o no, de si se llega a final de mes con el subsidio del desempleo o no, de si el banco nos persigue por no pagar la hipoteca o no, de …., que poder hacer las cosas normales que hacen los niños ya no depende de la unidad familiar, sino de factores externos cada vez más difíciles de controlar.

Por otro lado tuve la oportunidad de ver un video de un padre, por cierto ya mayor, y su hijo, el padre le pregunta al hijo sobre un pájaro que están viendo, y la primera vez el hijo le dice a su padre: «papa es un colibrí», pero la cuarta vez se pone nervioso y chilla a su padre, el padre se levanta, trae un cuaderno, y le muestra al hijo lo que paso cuando el hijo era tan solo un niño, este le pregunto a su padre 32 veces que pájaro era ese que había en el jardín, a lo que el padre le contesto las 32, hijo es un colibrí, acompañando cada explicación de un beso, y ante la sorpresa del hijo el padre le dijo: «como voy a perder tan fácilmente la paciencia con lo que más quiero en esta vida».

Seguro que todos hemos tenido la oportunidad de leer, ver, vivir, cosas como estás. Seguro que en el momento nos ayudan a reflexionar sobre lo realmente importante, pero ¿cuánto dura dicha reflexión?.

Amigos, creo que esta sociedad está perdiendo a pasos agigantados valores que tenía, y esto no nos ayuda precisamente a salir de la actual situación. Quizá si volviéramos a dar valor a lo que realmente lo tiene, por encima de las cosas materiales, por encima de lo superfluo, seríamos todos muchos más felices, y sobre todo, haríamos más felices a los de nuestro alrededor.

Un saludo,

Luis.