Los tiempos en los que nos movemos son muy similares a un pantano lleno de arenas movedizas y aguas fangosas. Cada vez la competitividad de las empresas, y sus directivos, es superior. Quizá la pregunta obligatoria llegados a este punto es, ¿en qué medida los directivos somos responsables de la actual situación en la que se encuentra inmerso el tejido empresarial español?.
Vivimos en una sociedad en la que todo pasa muy deprisa, las empresas, y las personas que las componemos, nos hemos vuelto auténticos «tiburones», hemos entrado en la dinámica del todo vale, y cuando alguien no está a la altura de forma constante, olvidamos con gran facilidad el pasado de ese profesional, sus aportaciones, su capacidad, …, y devoramos literalmente a la persona para ocupar su puesto, su ámbito de poder, sus competencias, para desacreditar al profesional, y hasta en ocasiones, a la persona.
¿No será que tenemos habitualmente en las empresas un conjunto de directivos cobardes?, y lo planteo desde este prisma porque considero que en todas las empresas existe ese modelo de directivo que siempre tiene miedo y trata de proteger su área, su ámbito de actuación, su reducto de poder individual, en definitiva, trata de hacerse imprescindible frente a sus responsables, colegas y colaboradores, suponiendo un freno importante, tanto para la organización como para su área.
Por otro lado tenemos el modelo de directivo que no quiere cambiar, y lo encubre, disfrazado entre sonrisas, con toda clase de dificultades y trabas. Ese modelo de directivo que sabe que el cambio supone descubrir nuevos modelos de hacer las cosas, supone poner de manifiesto, y en valor, a nuevas ideas y personas, y que de algún modo considera que de ser esto así alguien se puede cuestionar su liderazgo, su visión, su capacidad de sumar valor.
Tenemos también en las empresas de forma regular unas constantes luchas de poder entre las diferentes áreas que componen la empresa, y no hablo solo de las clásicas áreas jerárquicas, hablo de las nuevas áreas funcionales, de las nuevas áreas de gestión orientadas a procesos, en definitiva de cualquier área que trabaje de forma transversal, otro problema a sumar.
Y para finalizar, aunque obviamente esto es simplista ya que se podrían poner muchos otros ejemplos, tenemos la dependencia obligatoria de aquellas áreas de poder de la empresa, de las áreas que representan de algún modo el core o el motor de la misma, hablo de comercial en una empresa orientada a las ventas, de producción en el caso de una fábrica, …, ¿hasta cuando las organizaciones admitiremos estar rehenes de sus caprichos por la posición de poder que ocupan dentro de la organización?, ¿hasta cuando permitiremos la proliferación de esos silos organizativos?.
Desde mi punto de vista, los directivos tenemos una gran responsabilidad sobre lo que está ocurriendo en nuestras empresas, y esa responsabilidad va más allá de las decisiones que tomamos en nuestro desempeño diario y de los resultados de las mismas, tenemos que cambiar el chip y perder el miedo a las nuevas ideas, perder al miedo a sentirnos menos importantes en la organización, perder el miedo a trabajar con el concepto prueba – error o el concepto «cuaderno de anillas», en definitiva, nos debemos a los colaboradores y los accionistas de la empresa, y por ellos principalmente debemos pensar en lo mejor para la organización, lo cual no tiene porque ser siempre, al menos a corto plazo, lo mejor para nosotros.
Un saludo y hasta pronto.
Luis González.
Hola majo.
Hacía algún tiempo que no me pasaba por el blog pero hoy me lo he leído todo.
Me parece muy interesante a pesar de que la temática escapa de mi campo.
Sigue adelante. Comparto muchas de tus reflexiones sobre cosas que deberían ser las empresas y no son.
Saludetes.